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Novena de Navidad

Villancicos

Día 9

Benignísimo Dios, Padre de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mayor prenda de tu amor, para que encarnado, y hecho nuestro hermano en las entrañas de la Virgen, naciese  en un pesebre para nuestra salvación. Te damos gracias por tan inmenso beneficio.

 

En acción de gracias te ofrecemos, Padre, nuestro deseo sincero de reconciliación y de paz, manifestado en el compromiso de cada colombiano por un trabajo conjunto que nos permita superar las diferencias; podamos respetarnos y reconocernos como hermanos.

 

Dispón nuestros corazones al perdón para no dejarnos vencer del odio y la venganza que agitan la violencia, que nos sumen en un ambiente de  desconfianza y nos desaniman  en la construcción de la paz.

Te pedimos que esta Navidad, fiesta de paz y alegría, sea para nosotros una ocasión oportuna para renovar nuestra fe y vivirla en comunidad.

 

Amén. (Se reza tres veces Gloria al Padre)

Lema

Con Jesús, luz de mi vida, voy camino a la paz y a la armonía

Entonces Zacarías, su padre, quedó lleno del Espíritu Santo y dijo proféticamente:

«Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su Pueblo, y nos ha dado un poderoso Salvador en la casa de David, su servidor, como lo había anunciado mucho tiempo antes, por boca de sus santos profetas, para salvarnos de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian.

Así tuvo misericordia de nuestros padres y se acordó de su santa Alianza, del juramento que hizo a nuestro padre Abraham de concedernos que, libres de temor, arrancados de las manos de nuestros enemigos, lo sirvamos en santidad y justicia, bajo su mirada, durante toda nuestra vida.

 

Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor preparando sus caminos, para hacer conocer a su Pueblo la salvación mediante el perdón de los pecados; gracias a la misericordiosa ternura de nuestro Dios, que nos traerá del cielo la visita del Sol naciente, para iluminar a los que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz».

 

Hemos llegado a la hora cero, la noche santa, la Nochebuena. ¡Qué nombre tan bello se le ha puesto! Noche en la que todos nos hacemos niños, y dejamos que hable el corazón, que se haga villancico, luz, ternura, amor familiar, bondad e ingenuidad. Vivamos con intensidad estos días. Detengámonos -¡como sea!- para encontrar un tiempo de paz, de sabor, de oración ante el misterio: el misterio de Dios, el de Jesús, el de los seres humanos, el mío, “…pues Dios no es de desorden, sino de paz” (1 Corintios 14,33).

 

En el tiempo de la  Navidad se nos invita a  ir al fondo de la reconciliación y la paz, para liberarnos de  todo aquello que nos disminuye y enferma. Es el tiempo de abrirle las puertas al que nos saca de la división, sana las heridas, y se vuelve puente que restablece la paz que engendra armonía, “Y la paz de Dios, que está por encima de todo razonamiento, guardará vuestros corazones y pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4,7).

 

No podemos sentir que la bendición de la Navidad es completa hasta que no asumamos el compromiso de convertirnos en  discípulos y misioneros del Señor, construyendo paz, sembrando armonía, el evangelio de la alegría.

 

Con la Luz del nacimiento de Jesús, soy capaz de vivir en paz y armonía.

 

Jesucristo luz del mundo

Oración para todos los días

Signo

En medio de la corona de Adviento encender una vela blanca

como signo del nacimiento de Jesús

Proclamación de la Palabra: Lucas 1, 67-79

Hecho de vida

Reflexión

Compromiso

Con mis palabras y comportamiento quiero ser luz que da paz 

a mi familia y comunidad

Villancicos

Cuentan que una extraña mancha grasosa y oscura apareció en el único pozo donde la gente del caserío tomaba el agua. Trataban de sacarla pero la mancha volvía a aparecer cada día.

 

Se buscaron alternativas pero nada dio resultado hasta que un día don Jaime reunió a los vecinos y les dijo: “hay que ir al fondo del pozo para ver qué es lo que pasa allí”.

 

Resulta que un perro había caído en el pozo; nadie lo veía, pero estaba inevitablemente dañando el agua. Su putrefacción  era delatada por las manchas en la superficie. Gracias a la decisión que tomó don Jaime se resolvió el problema.

 

Hoy, dos mil años después, la sombra del mal sigue cubriendo a tantos hombres y mujeres, sociedades enteras. Estas no se desvanecerán si no hay personas que, venciendo el temor y confiando en el poder de Aquel que nos envía, asumen la iniciativa de proponer el Evangelio como una fuente maravillosa de identificar las causas profundas que nos dividen y ser servidores de perdón, reconciliación y paz.

Conferencia Episcopal de Colombia

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